Admiro a aquéllas personas que saben aplicar la imaginación en su vida diaria, tanto para enriquecerse a sí mismas, como para hacer disfrutar a los demás. Y con ello me refiero, no sólo a los que saben utilizar sus recuerdos, sus emociones y sus experiencias para crearse un mundo interior, capaz de hacerles sobrevivir ante las circunstancias mas adversas, sino también, a los que saben aplicar todo eso a la vida real, en beneficio propio y de los que les rodean.
La imaginación nos hace libres y, aunque sea por un instante, felices, y si no que se lo pregunten a un enfermo, a un preso o a un pobre de solemnidad... La imaginación no está sujeta a límites externos. Está en nuestra mente y puede ser incontrolable, hasta el punto de que si no la sujetamos, puede desbordarnos y traspasar los límites de la realidad, llevándonos a la locura.