No todo va a ser estar en la tumbona tomando el sol o yendo
y viniendo del chiringuito. Las vacaciones de verano, sobre todo si las pasas
en la playa, son el momento ideal para
iniciarse en el deporte, para empezar a adquirir
hábitos de vida saludables que luego podemos continuar en la vida
La verdad es que no he sido nunca deportista. Bueno, nunca, nunca, no. De los 12 a los 13 años, formé parte del equipo de baloncesto del colegio. Del segundo equipo, para ser más exactos, porque el primero era el de las “mayores”, que es como llamábamos, con esa edad, a las chicas de 15-16 años, y nosotras veníamos a ser algo así como el Castilla para el Madrid, la “cantera” que en un futuro vendría a sustituirlas… Yo creo que estuvimos federadas y llegamos a competir con otros colegios. Y algunas veces hasta ganábamos !!!...
Sin embargo, a mí todo eso no me entusiamaba demasiado y a los 15 años lo que verdaderamente me gustaba era el "artisteo": bailar, hacer funciones de teatro y cantar. Sí, sobre todo esto último. A diferencia del baloncesto en que empecé en "el Castilla" y no me llamó la atención la posibilidad de ascender al "Real Madrid", ( ojo con la ironía), con la música y la canción me pasó todo lo contrario: que empecé, con unos 9 años, cantando en el coro y tocando la bandurria en la rondalla del colegio, para terminar tocando la guitarra en un grupo folk (?), con el que llegamos a cantar no sólo en las fiestas del colegio sino subidos al escenario de un teatro público. ¡ Dios mío lo que hace la inconsciencia !. El conjunto duró..., no me acuerdo muy bien si un curso y medio o medio curso. Lo que no se me olvida es que lo pasábamos estupendamente. Luego vino la época de "cantautora" en solitario, sin más público que yo misma, con mi imaginación y algunas amigas y compañeras incondicionales...
Ay Dios! |
Diva total!! |
También me ha gustado mucho bucear. Y lo aprendí, como decía antes, jugando con mis amigos en la piscina, a ver quien llegaba más lejos sin respirar. Normalmente la atravesábamos a lo ancho, de un tirón; y a lo largo llegaríamos, más o menos, ( yo, menos que mas ) hasta la mitad, que, para ser una piscina olímpica, no estaba mal. Y así nos pasábamos medio verano, aunque todavía hubiera sido más divertido bucear en el mar, cuestión que, aún, no hay que descartar...
Aunque donde verdaderamente disfrutábamos era saltando desde el trampolín, a ver quién entraba en el agua mas derecho que un palo, o quién levantaba más agua haciendo la bomba, o se tiraba de cabeza más en picado, ( yo desistí al tercer barrigazo ), hasta que algún familiar venía a llamarnos al orden, por temor a que nos descalabráramos.
Y es que en verano, para los que somos de secano, las piscinas han sido y son fundamentales para la práctica de deportes acuáticos, aunque el mar ofrece muchas más posibilidades y muy atractivas, como es el voley-playa, el surf, el windsurf, el kitesurf, la moto acuática, la vela... Un sin fin de actividades con las que pasar un verano movidito y divertido.
Pero eso no es ser deportista. Yo creo que en la habitualidad está la diferencia. La práctica continuada del ejercicio físico, el cuidado del cuerpo, la vida sana, como norma de comportamiento. Cosas que, por otra parte, son difíciles de compatibilizar con el resto de las obligaciones del día a día y quizá, por eso, no haya tanta gente haciendo deporte como a los propios interesados les gustaría.
Se estima que entre un 9% y un 16% de las muertes producidas en los países desarrollados, pueden ser atribuidas a una vida sedentaria, por eso se destaca la importancia de la realización de actividades deportivas para el desarrollo físico, psíquico y social, teniendo una gran influencia en la prevención de muchas enfermedades, como la obesidad, la hipertensión y la diabetes.
Así, se señalan como beneficios de la práctica del deporte, entre otros: Que mejora la forma y la resistencia física; regula la presión arterial; mantiene la densidad ósea; ayuda a mantener el peso corporal; aumenta el tono y la fuerza muscular; mejora la flexibilidad, las articulaciones y reduce la fatiga.
Además: Aumenta la autoestima y mejora la autoimagen; reduce el aislamiento social y el nivel de depresión; rebaja la tensión y el estrés; disminuye el grado de angustia, la ansiedad y la ira...En definitiva, incrementa el bienestar general.
Todo lo cual hace que nos lo empecemos a tomar en serio y que entre los buenos propósitos de este verano para la temporada que viene, nos apuntemos a hacer ejercicio. Todos los días un poco. Sólo hay que vencer la pereza del principio, porque sólo es eso, pereza, comodidad... y una vez superada, no decaer, porque luego nos alegramos y nos sentimos mucho mejor por aquéllo de que liberamos endorfinas, que son las hormonas de la felicidad. Así que, lo mejor es empezar poco a poco, y por lo más sencillito. Yo..., ¡ya!.
Que no decaiga, eh? |
ENTRADA NUEVA: " ESTA ENTRADA TIENE HUEVOS..."
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