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sábado, 21 de abril de 2018

Mi pequeña del alma...


Está llamada a regir los destinos de una nación por ser la primogénita del Rey de España: 12 años,  monísima, de apariencia angelical, siempre sonriente, de educación esmerada..., hasta que la torpeza de su madre y su abuela, en un rifirrafe sin sentido, la ha puesto en el punto de mira de la opinión pública, provocando así algo que, por nada del mundo, y quizá por muy diversos intereses, ni la una ni la otra deseaban.




Tengo que reconocer que, del "incidente", el gesto de la Princesa hacia su abuela, fue lo que más me chocó, por lo inesperado e inapropiado en alguien que se supone está siendo enseñada, desde pequeña, a comportarse en público, a contener su carácter, a hacer siempre lo que se espera de ella y parecer perfecta...


Pero también tengo que reconocer que si estoy a favor de alguien en todo lo ocurrido, es de ella. Cualquier niña de su edad hubiera hecho lo mismo o probablemente mucho más, al verse zarandeada de un lado para otro, por su abuela, empeñada en saltarse a la torera los "pactos" que la madre tenga con las niñas o la propia Casa Real con los fotógrafos, para que estas no se vean demasiado agobiadas por la atención mediática que, lógicamente, generan. 


No acabo de creerme ese amor de abuela, el tozudo interés de ésta por hacerse las fotos en público con sus nietas, a menos que de lo que se trate ahora es de de recomponer la imagen de una familia Real, totalmente deteriorada por el comportamiento en su vida privada, del Rey emérito, de su hija Cristina y del marido de ésta. Y no me extrañaría que si las cosas van por ahí, a Letizia le hierva la sangre cuando se percata de que las niñas pueden estar siendo utilizadas, poniendo por encima de su interés, el de la Corona, algo a lo que ella que no ha nacido Reina, no parece demasiado dispuesta, ni creo que lo esté el padre de las niñas, pese a haber sido educado en esa idea.


 Ya tienen bastante Leonor y Sofía con ir asimilando que no son iguales que las demás niñas y que, por disfrutar de unos privilegios, se les va a exigir siembre una imagen impoluta y un comportamiento intachables, particularmente, a la heredera, que representa la continuidad de la institución monárquica en España, encarnada en su padre Felipe VI.


Ya tienen bastante estas dos niñas con tener que aguantar estoicamente actos y ceremonias  aburridísimas, con discursos, en gran parte,  ininteligibles para su edad, sentadas con la espalda siempre erguida, sin apoyar en el respaldo del sillón, ¡tan derechas!, saludando a gente tan importante y mayor como desconocida para ellas... Y, aún así, siempre, dando lo mejor de sí mismas, siempre tan correctas!!!.


No me extraña que sus padres sean especialmente celosos de la intimidad de sus hijas y quieran limitar sólo a lo imprescindible sus apariciones públicas, porque, como menores que son, tienen todo el derecho a que no se les exponga, a mantener su privacidad. Y este derecho de las niñas está por encima de la Institución a la que representan, aunque otros así no lo crean..., entre ellos, quizá, el Rey y la Reina Emérita.


Desde aquí, mi apoyo total a Leonor, a la que me gustaría ver de Reina de España, pero cuando sea mayor, cuando haya adquirido los conocimientos y la capacidad necesaria. Mientras tanto, es una niña y al igual que a su hermana, debería dejárselas crecer en paz, y mantenerlas al margen de tantas miradas.


              Por eso entiendo que su madre intente proteger al máximo a su pequeña del alma, aunque, a veces, como ha sido en el famoso incidente de la foto, ella y la niña hayan sido las peores paradas...

                                                              Adiós Princesa!...


                                                                   

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